Cárcel de Mujeres

El 20 de noviembre de 1985, un día después de que Carmen Soler falleciera en el exilio, la cárcel de mujeres de Asunción, en donde la poeta había estado recluida 30 años atrás, pasaba de manos de la Iglesia católica a las del Estado.

Ese día, tras 67 años de labor sostenida desde la Congregación de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor para mantener y atender tanto la institución carcelaria como a las reclusas, la hermana Eulalia Alvarenga, Superiora del “Distrito Paraguay-Uruguay”, firmaba dicho traspaso, y en representación del gobierno totalitario de Stroessner, una delegación encabezada por el Ministro de Justicia y Trabajo, J. Eugenio Jacquet, asumía la administración de la cárcel con la colaboración de dicha congregación a través de la pastoral carcelaria y como parte del grupo Penitenciaría de la Iglesia Paraguaya.

Según rescata la investigadora Diana Durán, existen documentos del archivo de la Congregación que dan cuenta de las dificultades que tuvieron en el cuidado de las cárceles durante las tiranías militares en América Latina. Tal como denota un comunicado de 1984, producto de un encuentro de provinciales de la región, en donde se expresa la necesidad de reubicar roles y gestión de las religiosas del Buen Pastor:

(…) uno de los motivos era la frecuencia con la cual se identificaban religiosas que servían en las cárceles con el sistema carcelario opresor, lo cual era una contradicción con la misión a ellas confiada, a pesar de los esfuerzos de las mismas por mejorar la calidad de vida de las reclusas. Por otro lado, en ocasiones se vieron obligadas a aceptar la reclusión de presas políticas, ya sea por acciones guerrilleras, o en otros casos por ser consideradas subversivas, cuando tenían posturas ideológicas contrarias al gobierno; pero se les trataba como criminales comunes. (Durán, 2018)

Así, envuelta en este dilema, la experiencia de la Casa del Buen Pastor se reconfiguraba en su organización y responsabilidades administrativas. Luego de aquella primera misa del 14 de agosto de 1918 y del inicio de tareas en el predio, ya con las primeras reclusas trasladadas desde el 20 de diciembre de 1919, esta institución transitaría un interpelante camino cargado de esfuerzos, así como de dolorosos momentos y vivencias que de manera resignada, sobre todo durante los gobiernos totalitarios, asistieron como parte del engranaje opresor.

Un informe de Sor María Eudes, emitido en 1948, revela unos pasajes de estas vivencias durante la Guerra Civil del 47, comentando la presión del gobierno para colocar un dispensario de la Cruz Roja en el sitio, para que diera atención a los afectados en dicha contienda. Luego de esa experiencia manifestó: “Quedamos en paz dando gracias a Dios que nos liberó de tantos peligros, pues teníamos en casa muchas presas políticas y temíamos… ¡quisieran darles libertad!”, expresando el miedo ante una posible irrupción de los rebeldes, en cuyas filas se encontraban el padre, el hermano y el primer esposo de Carmen Soler, entonces integrantes del Partido Revolucionario Febrerista.

Precisamente, derivada de aquella gesta, la tarea que asumió la poeta fue la asistencia a los presos políticos, entre ellos su hermano Miguel Ángel. Una audaz imagen rescatada en el relato de su propia protagonista, la única hija de Carmen Soler, María Eugenia Aponte, es la que retrata a su madre entrando y saliendo de la cárcel en donde estaba el hermano, escondiendo cartas de los presos en los pañales de la entonces pequeña Matena, en el marco de los esfuerzos por la liberación de los sublevados.

Buen Pastor

Ya dentro de las filas del Partido Comunista Paraguayo, en julio de 1955 es cuando se conectan directamente la historia de esta cárcel de mujeres y la de Carmen Soler. Aquí sufriría su primer arresto, tal como registra su ficha policial, acusada por haber participado de una campaña internacional de firmas por la paz impulsada por el llamamiento de Estocolmo contra las armas nucleares lanzadas por el gobierno de Estados Unidos, y por escribir “poesía de fondo comunista”.

Tanto la acción insurrecta como la poesía serían causas que el encierro no podría sino sublimar. Prueba de ello es el poema Alas y cadenas, escrito en su calabozo exactamente el 26 de julio de aquel año, en el que se sacude del oprobio y el terror de la tiranía para exaltar su confianza en la humanidad diciendo:

¡Oídme! Yo he visto:
Hay sangre en las espigas
y sangre en los terrones,
y las heridas
están llenas de tierra y llenas
¡de granos que germinan!

La represión de la tiranía dejó huellas imborrables en Paraguay. Todo el abuso del poder hizo temblar al decoro y así, bajo la lógica del orden y el miedo, mucha gente colaboró con el plan de criminalización, tortura y persecución del stronismo. Como también hubo mucha gente que resolvió, al decir de José Martí, llevar el decoro de tanta gente en su lucha. Carmen fue de esa estirpe de seres humanos que se fortalecen y crecen en el conflicto, decodificando la humillación en orgullo, el dolor en confianza, el amedrentamiento en valentía, la resignación en paciencia estratégica. Y esto explica lo que va plasmando la poeta en aquella prisión, en alusión a la brutalidad policial-militar y la agitación de quienes oponen decidida lucha por libertades y justicia social.

He visto
huellas de botas que han pasado
quebrando maizales,
y voces prohibidas arengando
¡rebeldes mandiocales!

En una prosa titulada Respuestas a preguntas no hechas que deseo responder, escrita décadas más tarde, hacia los 80, Carmen expresa: escribo en cualquier parte, a cualquier hora, aunque prefiero el silencio de la noche. Puedo escribir en la calle, en un bar, en un calabozo usando las baldosas como papel y granos de cal de las paredes como lápiz”, quizá en su última frase refiriéndose a aquel momento de 1955.

Carmen no sabía que ese apresamiento sería el primero de una serie de ataques, persecuciones y torturas que, desde el poder absolutista, sucederían en su contra y en contra de personas y organizaciones, en muchos casos con consecuencias fatales. Sin embargo, su “Alas y cadenas” escrito en el Buen Pastor en aquel invierno muestra sus profundas convicciones en la oposición radical a toda forma de opresión dando vida a aquella fundamental síntesis que hiciera Josefina Plá al afirmar que “la literatura es esencialmente liberación por la palabra”.

Alas y cadenas
Mecanografiado de Carmen Soler. Archivo de Luis Casabianca, del acervo del Partido Comunista Paraguayo. Alas y cadenas fue incluido en Poemas (1970, Montevideo), La alondra herida (1995, Asunción), Poesías reunidas (2011, Asunción) y en Antología poética (2016, Buenos Aires). Ilusos fue publicado completo en Antología poética.

Redacción

Investigación de sitios y redacción / Najeeb Amado. 

Edición

Noelia Cuenca.

Bibliografía

  • Durán, D. (2018). 100 años de amor y servicio en Paraguay. Congregación de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor. Asunción: Litocolor.
  • Plá, J. (1982). Voces femeninas en la poesía paraguaya. Asunción: Alcándara.
  • Soler, C. (2016). Antología poética. Buenos Aires: La Marea. 

Fotografía

  • Tráfico sobre Avenida Mcal López / Efraín Martínez Cuevas.
  • Fachada frontal del Buen Pastor / Archivo Diario La Nación.
  • Pabellón interior “Alcatraz’’, del Buen Pastor / Santi Carneri.
  • Ventanas, Torre y figura de fachada del Buen Pastor / Marthu Miranda.
  • Fachada frontal con movimiento / Pedro Pérez.

Montaje de imágenes de inicio / Marthu Miranda.